Messi, el mejor de todos

Una defensa urgente a Lionel Messi, el mejor jugador de fútbol del mundo.

El cuello del cisne

Llega el Mundial y Lionel Messi, el mejor de todos, viene de perder en varios frentes con su Barça. De eso, la mediocridad –que se caracteriza por hacer leña del árbol caído- saca pecho y se entroniza en lo que mejor sabe: criticar sin piedad. Aquí, una defensa urgente, innecesaria y pasional.

Por Hernán Panessi

 “Y la pelota es un sentimiento. Y es bueno encontrar alguno despierto.”
Andrés Calamaro en “No tan Buenos Aires” (Honestidad Brutal, 1999)

Anda golpeado, triste, ansioso. Ante la inmensidad de su obra, la ignonimia no permite vaivenes: «Mercenario», le dice a Messi un tipo que, de lunes a viernes, de 9 a 18Hs, se guarda los pedos para no tirárselos en la oficina donde trabaja. Con esto, se le quiere torcer el cuello al cisne. No da, pero éstas son las minucias de los tiempos que corren: un gris -cualquier gris- le puede decir lo que le pinte al uno -al número uno-. ¿Quién lo permitió? ¿Cuándo arrancó este paradigma? ¿Hasta dónde se pliega? ¿Por qué el mundo es malagradecido? ¿Cuál es la herida narcisista que se pretende saldar proyectando frustraciones? ¿Messi es un “mercenario”? ¿Qué es Messi?
Los números de Lionel Andrés Messi Cuccittini en FC Barcelona: lleva jugados, hasta el sábado 19 de abril de 2014, 420 partidos y anotados 351 goles. Tiene un 0.82 promedio de gol. Es decir, casi 1 gol por partido. Arrasador. Ostenta alrededor de 100 récords internacionales: mayor cantidad de goles en un mismo año, único jugador en haber sido máximo goleador y máximo asistente en una misma temporada, único jugador en la historia capaz de lograr en una misma temporada el Balón de Oro, FIFA World Player, el Trofeo Pichichi y la Bota de Oro, entre muchas marcas más. Ganó: Ligas, Copas del Rey, Champions League y cuanto torneo apareció en el apretadísimo calendario europeo. «Mercenario» se anima a decirle la nada a la eternidad.
Y el fútbol con Messi cambió para siempre: con la misma pelota que vienen pateando desde la concepción del deporte en 1863, él hizo otra cosa. Una distinta, única, particular; con formas cuidadas, artísticas, fenomenales. Hace, a la sazón, con lo mismo que todos, algo mejor: la trata como nadie, se enamora de ella, se obsesiona hasta el fin, la maneja como el Romeo más enamorado de todos. Ama cada gajo, cada poro, cada parte de su forma oval, cada pedacito de cuerina. Messi le dio, a este deporte y a todos sus amantes en general, la expresión –más pornográfica que erótica- de la victoria como única forma de vida. La victoria como una demostración de amor. Ahí, se volvió extraclases, un ejemplo para los más débiles, al demostrar cómo un petiso criollito de 67Kg. puede comerse crudas –a pura gambeta y remolino, haciendo uso de una elasticidad mutante- a las fieras más titánicas –duras, férreas, genéticamente ventajosas- del globo. Por eso, en un planeta de mediocres, el pico de su pedo se le pianta por el culo al salame promedio ante un pequeño desliz. En estos meses, Lionel Messi, el más perfecto jugador de fútbol en la actualidad y uno de los más selectos de la historia de la Humanidad, perdió la Santísima Trinidad: Liga, Copa y Champions. Aún así, bien vale el sesgo para pintar este cuadro: Messi es el mejor ganando o perdiendo. Su ADN es ganador; pero los devenires, imperfectos.
Y no se sabe si fue la ciencia o la providencia divina pero Messi es terrícola. Y vaya a saber qué coincidencia cósmica lo hizo nacer en Rosario, en la provincia de Santa Fe. Y vaya a saber qué otra coincidencia –cósmica, geográfica- hizo que Rosario quede entre los 2.780.400 km² de terreno argentino. Sí, Messi –y acá Dios certifica que, a veces, apreta todos los botones juntos- es argentino, aunque bien podría ser español, brasilero o inglés. O alienígena. Pero no, ese enfermo de la caprichosa, ese Oliver Atom de carne y hueso, es argentino. Y hasta la médula. ¿Escucharon alguna vez el acento de cualquier argentino que vivió 15 minutos en Madrid o anduvo de paso por el aeropuerto de Barajas? Ajám. Messi vive en Barcelona desde sus 12 años, y hoy tiene 26. ¿Lo escucharon hablar? Sí, suena más argentino que el mate, que el Diego, que la birome o que cualquier argentino que vivió 15 minutos en Madrid o anduvo de paso por el aeropuerto de Barajas. ¿Qué no canta el himno? ¡Que haga lo que quiera! ¿Lo vieron besarse la celeste y blanca? ¡Eso es amor! ¿Quiénes ponen esas disparatadas categorías de cariño? ¿¡A quién le tiene que demostrar algo, en un universo teñido por la vulgaridad, el tipo que es el mejor en lo que hace!?

Él juega al fútbol, es así. Y ya pasó antes, con ese cosmos malagradecido que siempre bebió del néctar del resentimiento y se animó a criticar algunos aspectos satelitales de D10S: que es mal padre, que se drogó, que es bocón, que esto, que aquello. Mierda, todo es mierda. Ya se lo preguntó y respondió Manu Chau: «¿Si yo fuera Maradona? ¡Sería mucho peor!». Pero Maradona no necesita defensas. Y Messi, mucho menos. Él juega al fútbol, hace lo que quiere y, vaya a casualidad, es el mejor. «Mercenario», dice un gris cualquiera mientras se pierde en la bruma de sus propios flatos llenos de desayunos de Burger King y mediodías de comidas compradas en un chino de esos que venden alimentos por kilo. La ignonimia no se toma licencia: «¿Si yo fuera Lío Messi? ¡Sería mucho peor!». Entonces, pese al absurdo previsible de la pavada, el cuello de este cisne –que anda golpeado, triste, ansioso- se dobla pero no se rompe: aunque lo quieran ver muerto, ese cisne sigue siendo el mejor de todos.

Pornofútbol

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Entrevista en Indie Cine

Me entrevistaron por los cinco años de VideoFlims. Dije esto: 

¿Cómo surgió la idea de VideoFlims? ¿Cómo arrancaron?

VideoFlims surge desde la necesidad de mostrar películas que antes no tenían llegada. Emerge, también, a partir de una falencia de mercado: el cine verdaderamente independiente fue, en forma sistemática, menospreciado. No teníamos idea de nada y, aún así, nos mandamos en un mercado que desconocíamos. Así, VideoFlims, con su prepotencia de trabajo, intentó, intenta e intentará poner al cine emergente en un lugar de importancia. Aparecimos de forma inconsciente, autoeditando nuestras propias películas, pero con el tiempo nos fuimos profesionalizando y armando una propia red de distribución. VideoFlims, más que un sello, es la plataforma donde obramos como gestores culturales.

¿Cuales fueron sus primeras películas?

Los primeros títulos editados tuvieron que ver con nuestra propia coyuntura. Comenzamos sacando nuestras películas (las de Fomento Producciones, por ejemplo) y las de amigos (FARSA Producciones, Paura Flics, etc). Paulatinamente se fue acercando mucha gente y así se fue conformando el catálogo. En los primeros títulos hay algunos hoy discontinuos como la webserie Plan V y Sádica 3 de Pablo Marini (director de 2 Locos en Mar del Plata y miembro fundacional de VideoFlims). Además, sacábamos compilados con cortos –los recordados Uy Qué Loco!- con los cortos de Esteban Rojas, César Barrangou, SARNA Producciones y varios compañeros más.

¿Cual es el criterio de selección de las películas a editar?

Para que editemos una película debe ser, fundamentalmente, entretenida. Tenemos una línea editorial que se basa en un postulad: si nos gusta, la editamos. Miramos, claro, cómo se ve, cómo se escucha, si está bien actuada, si los rubros técnicos son correctos y tal pero, sobre todo, el pulso está en el ritmo: si nos entretiene, nos garpa. En general, nos seduce el cine de género, las convenciones, el cine fantástico, los mecanismos narrativos del cine clásico y los guiones dinámicos que cuentan historias.

¿Cuales son las dificultades con las que se enfrentan en el día a día?

Las dificultades son varias, pero nos las bancamos. Como VideoFlims es un proyecto que no da plata, todos trabajamos de otras cosas. Entonces, hay cosas que nos cuestan. Minucias del cotidiano como demorar reposiciones, pagar las cuentas y tal. Y nos cuesta, sobre todo, en lo humano. Es difícil consolidar grupos cuando el sacrificio es tanto y tan poco el oro. Igual, pese a todo, considero que VideoFlims es un proyecto exitoso. Pobre, pero existoso. Estamos inmersos en un sistema donde se pondera al éxito en tanto guita. Y no, nosotros no tenemos un peso y somos exitosos igual. ¿Por qué? Porque de la nada generamos una movida enorme, hicimos muchísimo ruido, generamos lazos, viajamos un montón y, sin antecedentes ni siendo empresarios ni teniendo estudios afines, editamos unas 70 películas argentinas. Películas que, sin nuestra existencia, sería imposibles conseguirlas en DVD. Por otro lado, la batalla contra Internet ni la emprendimos: subimos nuestras propias películas a Internet, nos autopirateamos. Fue, a otra cosa. Igualmente, pese a todas las tribulaciones posibles, le ponemos el pecho: así es tener un proyecto independiente. Tiene muchas cosas buenas, algunas no tanto, pero siempre hacemos la nuestra.

¿Se puede conseguir alguna de sus pelis en Rosario? 

Oficialmente no tenemos ningún punto de venta en Rosario. Sin embargo, si se juntan varios amigos y nos piden un par de películas, podemos enviárselas por correo, que es lo que habitualmente hacemos con todo el país. Para eso, pueden escribirnos acá: ventas@videoflims.com.ar

¿Cuales son los planes a futuro para VideoFlims?
 


Fundamentalmente, seguir bancando a las nuevas generaciones. Embarrándonos las patas en busca de nuevas gemas, de proyectos jóvenes que anden con ganas de hacer ruido. Nos interesa mucho la cuestión generacional: donde haya pibes filmando cosas divertidas, allí estaremos nosotros para hacerles el aguante. El contrato con nosotros mismos, en ese sentido, es muy sólido. Por otra parte, tal vez en un momento, por un tema de obsolescencia, dejen de aparecer los DVDs y los formatos físicos en general. Igual, estaremos en la forma que mejor nos sale: de gestores culturales. Porque eso, en algún punto, es lo que más somos.

Mondo Macabro

Escribí una nota sobre la historia del mítico videoclub Mondo Macabro para el #18 de la Revista Irrompibles.

Mondo Macabro, una historia posible

Friquismo, cultura alternativa, placeres de orillas. La calle Corrientes tuvo, durante mucho tiempo, dos paradas obligatorias para los inconformistas: Camelot Cómics Store y Mondo Macabro. Ambas –piedras fundamentales del delirio- sumaron a la construcción del imaginario contracultural de los ’90 y ‘2000. Aquí, entonces, el recuerdo al videoclub especializado en cine extraño más importante del país. | Por Hernán Panessi (@hernanpanessi)

El Godzilla está ahí: tieso pero amenazante, polvoriento pero vivo. Enquistado en lo más profundo de la Galería del Óptico, en Av. Corrientes al 1200, entre vinilos y gafas, un Godzilla verde de dos metros. El aire caliente expulsado por los aires acondicionados de los locales da justo en la frente de cualquier fisgón: la galería no invita a entrar. Pese a todo, el público siempre buscó maravillarse. Y para eso, ¿qué mejor que un Godzilla verde de dos metros en la puerta de un local pintado con monstruos imposibles? Ahí funcionó el videoclub más importante para todos los amantes del terror, gore y cualquier deformidad o rareza cinematográfica existente. Un espacio de resistencia para la cultura subterránea, alternativa y de márgenes. La sensación de infinito latía en Mondo Macabro. Fue un lugar donde pararon luminarias del cine, la música, la historieta, el periodismo y la literatura. Un lugar donde jueces alquilaban porno y ancianos, films tóxicos. Y en medio, mucha cinefilia.
¿Estrenos? No, los estrenos estaban en Blockbuster. Corría el año 1993, donde conseguir material raro era toda una odisea. Circulaban pocos tapes piratas y, para conseguir joyas internacionales, había que contactar a los propios realizadores. Mientras tanto, los videoclubes cerraban y abrían las canchas de paddle. El boom era otro. A contramano, un grupo de amigos se la pasaba hablando de cine extraño. Hasta que un día, la necesidad por mover aquello trajo una idea ambiciosa: “¿Y si juntamos nuestras colecciones privadas y las ponemos en alquiler?”. Así fue. Por eso, con un total de 500 películas, parte el mito: nace Mondo Macabro. Fueron cinco miembros fundadores, entre los que estaban el periodista y productor Axel Kuschevatzky y Uriel Barros, que fue quien perduró hasta el último de los días.
Para su fundación, Mondo Macabro tuvo una influencia directa: las Noches Bizarras que organizaba el mítico Fabio Manes, ocurridas en la misma galería donde finalmente estuvo el videoclub. Nombres como Octavio Fabiano, Fernando Martín Peña y Diego Curubeto eran quienes movían los hilos de un cine disidente. Y desde allí, la novedad. “Bizarro” era una palabra que circulaba por esos círculos. Bizarro, que para el diccionario es: valiente, temerario, sagaz. Asimismo, “Bizarre” estaba escrito en las carátulas porno y sonaba como estrambótico. Y lo estrambótico, gustaba. De hecho, por un momento el local iba a llamarse “La tiendita del horror”, nombre que finalmente fue desestimado por naif. ¡Bizarro! Circulaba mucho, asimismo, la palabra “Mondo”. Mondo: sub-género que mostraba cómo se vivía en las sociedades más pobres, pero siempre mostrando sus lados más enfermos. Y eso, también gustaba. La idea era que el proyecto terminase con doble “O”: O-O. ¿Mondo Bizarro? No, ya lo habían usado Los Ramones. Hasta que un amigo de la banda, llamado Nicolás López, sugirió el nombre: Mondo Macabro. ¡Ping! ¡Púm! ¡Pan! Y de ahí, a la eternidad.
En los años noventa, los mismos responsables de Mondo Macabro abrieron otro local en la galería: Mondo Erotika, un lugar para conseguir pornografía y cine de diversas genitalidades. Al notar que era la misma gente que entraba a ambos comercios decidieron alquilar el lindero, tirar la pared y anexarlo. Y la historia se expandía. Su público, entonces, podía encontrar cine musical, terror, documentales shockeantes, films de culto, autores consagrados, truculencias varias y ahora, además, porno.
Lo dicho: muchas fueron las luminarias que pasaron por Mondo Macabro. Nombres como Pipo Cipolatti, Dee Dee y Marky Ramone, Santiago Segura, Ingrid Pitt, Tito Torbe, los Massacre, Lance Henriksen, Marcelo Pocavida, Kato “El Ninja Blanco” y muchos más. De hecho, bandas como los Babasónicos, llevados hasta allí por Daniel Melero, tomaron mucho de su imaginario: de lesbianas vampiras asesinas hasta Russ Meyer, de las go-go dancers hasta las películas de motocicleta. Todo quedó impreso en sus primeros discos. Se alquilaban videos, se tomaban los audios, terminaban en sus CDs. Mondo contribuyó a las búsquedas inconformistas. Quedarán para siempre los bateas repletas con sub-géneros de sub-géneros: de nun-exploitaition hasta nazi-exploitaition, de satanismo hasta nudies, todos con sus respectivas reseñas anárquicas en los cartones. Hasta el día de su cierre, el fichero de socios tenía unos 5800 nombres.
Fueron 18 años de historia. Una galería de personajes freaks, un tendal enorme de referencias imposibles, cantidades monumentales de horas en cintas de video, incontables héroes del underground que pisaron su espacio vital. Su cierre fue una herida, como la dejada por el final de Camelot Cómics Store, que la contracultura aún no sanó. Mondo Macabro cerró en enero de 2011, pero hubo un arreglo: pese al cierre, el Godzilla se mantuvo. Los turistas van a sacarse fotos con él, los nostalgiosos piantan lágrimas en su honor, los curiosos de siempre siguen sorprendiéndose ante su inmensidad. Y él, tieso pero amenazante, polvoriento pero vivo, sigue allí.


Nota de tapa por el BAFICI 16

Hicimos con Luis Paz la nota de tapa por el BAFICI 16. Entre los dos, elegimos un recorte posible -y joven- entre las más de 400 películas del festival.

Acá, mi selección:

El Mercado

Cuando Cumbio, Marulina y Gazabril dejaron de tirarse pasos, el Abasto siguió tirándolos por sí solo. Ojo: así fue siempre. Es que donde funcionaba el mercado, hoy funciona el shopping. Y en su médula, la composición genética de un lugar que albergó a laburantes, malevos, parias, monos, floggers y capitalistas. Un lugar al que no le cuesta nada sacar su chapa: por ahí pasó Carlos Gardel. Por eso, en su mejunje pop, Néstor Frenkel, el Iniesta de los documentalistas criollos, reconstruye la historia del Abasto a partir de la figura del mercado. A la sazón, el apoteótico, faraónico y apocalíptico mercado representa, por un lado, la fina estampa del trabajador noble y sacrificado y, por otro, la musculosa capacidad de tarjetearlo todo en cuanto exista. Por sus paredes, el poeta Fernando Noy lloró poesía, empleados de un festival de cine colgaron sus pósters institucionales y algún que otro confabulador vio al sombrero gardeliano asechando incautos. Entonces, cada vez que alguien evoque la compleja entelequia “Mercado del Abasto”, un sinfín de personajes emergerán de su geografía. Entre tanto, encontró en Luca Prodan a su Roberto Arlt y, con el paso del tiempo haciéndole fuerza, a un tendal de navegantes –esos mismos laburantes, malevos, parias y monos- que resisten el paso del tiempo. “Hoy, el Abasto está mejor, peor, me chupa un huevo”, dice un Pedro Saborido que de barrio sabe mucho. Y mientras tanto, un viejo se prende un pucho cubriéndose con el saco bajo la atenta mirada de ese coloso que albergó, casi sin solución de continuidad, a frutas y verduras con unos pibes tirando pasos. / Hernán Panessi

Fulboy

Suena cumbia y un par de culos bailan. El vestido de héroes en la Primera B es más pesado que en cualquier otro lugar. Sin embargo, lo llevan con soltura. Y en el reverso de Lío Messi, los jugadores de Platense se quitan la ropa para dejar un fútbol desnudo. Fulboy es un documental que no se banca los ornamentos. Por eso tantas bolas, por eso tantos culos. Aquí, las venas abiertas de la profesión develan que, entre tanto ruido, hay silencios. Que pese a las luces, el rock and roll está en otra parte: sí, el fútbol del ascenso es sacrificado. Su devenir dista del mundo Serie A. Y para ilustrarlo, una danza de cuerpos feroces y voces lastimadas figuran los entretelones de un limbo que marida fulgores con crisis de porvenir. Es que, haciéndose espacio por sobre los goles, varones con anhelos de gloria se juegan su futuro en cada pelota, en cada decisión. Entonces, en su afán de cuidar a los suyos, tomarán decisiones arriesgadas –un seguro de vida, de dudosa procedencia, en los Estados Unidos-, buscarán la forma de legarse –vendiendo pilcha por WhatsApp- y llorarán cada vez que no le paguen lo debido –los finales de contratos, para los jugadores con poco rodaje, suelen ser batallas mefistofélicas-. Y mientas los culos sigan bailando al ritmo de cumbia y la caprichosa siga rodando, los jugadores –circunstancialmente de Platense, pero el gesto es universal- darán lo que tengan que dar por sus colores. / Hernán Panessi

G/R/E/A/S/E

En la mueca posmoderna de faltarle el respeto a los gestos canónicos, G/R/E/A/S/E baja la estatua de oro de John Travolta y Olivia Newton-John y la rompe en cien mil pedazos. En un experimento funambulesco, esta mezcla dirigida por el catalán Antoni Finent revuelve en las entrañas de la cultura pop reinterpretando Grease, aquel hitazo del ídem “You’re the One That I Want”. Así, el clásico musical que definió a los años setenta pintando a los cincuenta se convierte en un artefacto drogón circa 2013: hay saltos, cortes, fast-fowards y rewinds. Y mucho de una visión iconoclasta hacia los santitos de adoración kitsch. Así las cosas, la estampa de Travolta se funde y confunde con la de Newton John en un beso impúdico que la vanguardia rupturista le da justo en la boca al cine de corte comercial. El film emprende –en unos veinte minutos al palo- la difícil tarea de mechar una de las obras más vistas de la cosmogonía rock sin que eso signifique abollar del todo los límites de la cordura. ¿La clave? Su búsqueda resulta más sensitiva que narrativa. Por eso, Finent, se erige como artista –¡oh, los artistas!- al confirmar que cada plano retocado es fruto de un trabajo manual inspirado en los collages. Y este ensamble, entonces, haciendo caso omiso a Mamá y Papá Pop, deviene en uno de características psicotrópicas digno de ser acompañado por alguna que otra voluta de humo. / Hernán Panessi

iNumber Number

¿Qué pasa cuando Perros de la Calle conoce a Bad Boys? La respuesta puede no tener ningún gollete. A sabiendas de aquello, el cine sudafricano saca pasta de campeón con iNumber Number, una buddy movie (película de camaradas) con olor a lo mejor del cine hollywoodense. Y, efectivamente, con mucho de Perros de la Calle y mucho más de Bad Boys. Por eso mismo, dados tales antecedentes, en el campo de las convenciones de género, los tiros, las patadas, el compañerismo y las traiciones se ponen a disposición de la aventura. Trascartón, dos valientes policías se meten de encubierto en un convoy mafioso que parece sacado de un film factoría VHS. ¿Con qué objeto se mandan en semejante quilombo? Para dar con un motín millonario que puede salvarles la vida. Y aunque maneje dosis de elementos trillados, la cartografía africana se cuela dándole un toque novedoso: acá no hay lujos, todo se construye desde lo técnico. Así, iNumber Number señala con el dedo bien turgente una industria de márgenes que asoma –más como alternativa que complemento- ante la estandarizada palestra de policiales gringos. Por todo aquello, se pone ochentosa –con sus salidas imposibles, con la plusvalía de la amistad, con los malos más malos nunca vistos jamás- y gana en magnetismo. Por todo aquello, pues, se cuela la intención rocanrolera de este thriller zulú chocándose de cara contra un gigante llamado Hollywood, destruyéndolo y siguiendo de largo en su camino hacia el entretenimiento. / Hernán Panessi

The Punk Singer – A film about Kathleen Hanna

Kathleen Hanna es punk: grita, canta, patalea, pega en los huevos, salta, escribe, corta, pega, llora y vuelve a cantar. Símbolo de la contracultura noventosa, Hanna participó de spoken words (actividad que consiste en interpretaciones donde una persona habla como si lo haría naturalmente), tuvo fanzines, varias bandas (Bikini Kills, Le Tigre, Julie Ruin), fue una de las voces germinales del movimiento “Riot Girrrl” y estuvo cerca de muchachos más o menos importantes para el devenir de la música global (Kurt Cobain, Ad-Rock de los Beastie Boys). Mientras tanto, The Punk Singer – A film about Kathleen Hanna se posa erguido -sobre una pared llena de pósters despegados- como una suerte de Wikipedia musical de todas las actividades del grunge de los últimos veinte años. Así, teniendo como eje principal su lado artístico, el documental entroniza su cadencia en ribetes históricos que incluyen desde fotos y videos hasta testimoniales poderosos (el ejemplo más contundente: Hanna, fuera de los shows, reconociendo la enfermedad que la aqueja desde hace tiempo). Y como un relojito –con cresta colorinche pero prolija- la película recupera la fábula de esta militante del feminismo capaz de mandar a mudar a los “varoncitos” y poner a todas las mujeres delante del show, de la vida, de los hombres violentos e inefables. Y de fondo, suena “Deceptacon” y vuelan sonrisas. Pero detrás de ese fondo, la imagen quimérica de una artista que no dudó nunca en barajar y dar de nuevo. Ni de poner los ovarios donde tenga que ponerlos. / Hernán Panessi 

La versión online, acá.


FAN en el Suple NO

FAN salió mencionado en la nota del Suple NO, de Página/12, donde se habla de nuevas voces en la radio argentina. Una sorpresa.

El texto lo escribió Federico Lisica y dice:

Puede ser un programa que aglutine a la nerdencia como Fan, por Radio LK, o la posibilidad de captar una estación como Radio Universidad de La Plata (FM que propulsa a bandas de la zona y por cuestiones técnicas no podría sintonizarse más allá de la capital bonaerense). 

Pueden leerlo completo, acá.


Crecer, para Lamujerdemivida

Escribí una notita sobre "crecer" en el # de otoño 2014 de la revista Lamujerdemivida.



Crecer

Soy un Bart Simpson mal dibujado. Siempre pensé eso. De chico, cortaba sapos con un Tramontina. Le meaba la puerta a los vecinos. Y si perdía a algo, me agarraba a piñas. De chico, no fui al Nacional Buenos Aires ni tuve de mascota a una tortuga. Fui a un colegio público, me expulsaron y mi perro se murió. De chico, me arrojaba por la ventana del hogar y me dirigía a ningún lado. Con las uñas llenas de mugre, las rodillas peladas y una inocencia -cínica, cruel- a prueba de balas, salía a pelear con algún enemigo que no existía. Y, en cierta forma, todos me festejaban esa rebeldía. Madre, hermano, amigos, vecinos y compañeros de aventura. De alguna manera, ocurría un milagro: no era visto con desdén por cometer esas tropelías. Todo era vivido con cierta impunidad. Una impunidad gozosa, que permitía estirar las alas y planear todo lo que venga. Es que, en la escuela, pese a todo, me iba bien. Y aquello me otorgaba ciertas libertades. Entonces, era un arma de doble filo, una rara avis: un molesto cuyas maestras le ponían “muy bien, felicitado” en una cursiva soñada.
Pero, ¿dónde están aquellos kamikazes que se lanzaban conmigo por la ventana de sus hogares? Crecieron, son hombres, ya no están. Al mirarme en el espejo -uno, que convive con uno y es dueño de la única verdad, que es la realidad- se reflejan ahora las facciones de un adulto. Pero adentro, hay un niño que nunca pensó que podía tener una arruga, ni una cana, ni quedarse pelado. Y tiene todo eso y mucho más. Adentro, aún perdura la mirada de chacal de aquel niño que quiere empuñar un Tramontina para cortar un sapo, agarrarse el pito para mearle la puerta a algún vecino y trenzarse a piñas cuando las cosas no salen como lo planeado.
Hoy salgo a la calle preguntándole a todos “¿cómo va la batalla de nuestras vidas?”. Pero nadie responde. Sólo escucho la sirena de una fábrica o el freno de un colectivo hacinado en hora pico o la mueca de un gesto que ya no está. Uno que -creo- ya no tengo, ni volveré a tener.

Nota de tapa sobre Frank Henenlotter para el Sin Aliento de BAFICI 16

Nota de tapa sobre Frank Henenlotter para el Sin Aliento, periódico de BAFICI.




No hay mucha rosca: en términos groserísimos, en la vida podés ser un conformista, un careta o un trasgresor. Y Frank Henenlotter se inscribió, desde el minuto uno, en el tercer lote. No dudó jamás y todavía anda por ahí con dignidad: gastó zapatillas pateando la famosa calle 42º de Nueva York, hizo una carrera en base al sexploitaition y el gore, y hoy –a sus 63 años- prepara nuevo film sin sexo ni tripas. Una frase que es un pincel: “Lo más hermoso de la Calle 42º era que encontrabas como doce cines en una misma cuadra que sólo pasaban películas sucias, de terror y sexo: era el paraíso”, le dijo Henenlotter al -ahora incunable- #3 de la Revista La Cosa. Es que pudiendo dar el paso firme en el conformismo o la careteada –el lado más obvio: tiene educación universitaria de larga data, es un tipo cultísimo- decidió utilizar a su favor todo el hedor a podredumbre –trasgresora- que emanaban los miles y miles de metros de rollos fílmicos consumidos con voracidad asesina. Y forjar una genética a contrapelo de las convenciones. A su favor, decimos, porque el resultado de una cinefilia dura –y heterodoxa- lo convirtió en un cineasta vertiginoso capaz de mezclar a Federico Fellini, Michael Powell y Búster Keaton con historias extremas llenas de tetas y triperíos.
“Frank tiene conocimiento enciclopédico de las cosas”, asoma, visiblemente cariñoso, Axel Kuschevatzky, el Lionel Messi de los productores argentinos y confeso mejor amigo. Y tiene razón: su cine es deforme, mugriento y demente pero siempre consciente de una cinemanía inacabable. Ahí, al costado de los engendros, nadando en un mar de sangre y órganos glandulosos, maridan, sin solución de continuidad, alegatos contra las drogas con ¡nudies-cuties! Y, sin ponerse colorado, en cada fotograma, regala un sinfín de influencias que parecen pop pero son rock. Entretanto, Henenlotter, desde su fundacional Basket Case (“debe ser la peor película de todo el festival”, comentó risueño en la presentación que dio en este BAFICI 16), viene dando cuenta de un postulado posible: siempre se puede ir más hasta el fondo. Es decir, su cine es más profundo que el shock por el shock mismo. Entonces, se encarga de incomodar, siendo él –la cita le corresponde a Kuschevatzky- “el tipo más civilizado del mundo”. Por eso, en sus cosmos posibles, todo convive con disconformidad: nada está en el lugar que merece. Sí, un tipo que baja línea a los toma líneas puede regalar, también, dos horas de go-go dancers sin remera agitando sus bubis al viento. Sino, acaso, hablando de cuestiones que no están en el lugar que deberían, vean a los personajes de Basket Case 3, que llevan –como si nada, allí su dulzura, allá su sensatez- brazos en lugar de ojos, ojos en lugar de brazos.
Asimismo, estiró hasta el límite la capacidad permitida de freaks en pantalla bajando el cuadro de oro de San Tod Browning. De manera que la zona de discomfort va agrandándose o achicándose según sus preferencias: uno puede olfatear que sus películas son, en algún punto, autobiográficas. Que, pese a que refieran a parásitos cerebrales, muestran el lado sensible de una sociedad abollada en todos sus costados. En rigor, Henenlotter decidió hacer películas con lo que el mundo, en general, desprecia. ¿Por ejemplo? Frankenhooker, donde el cine de género se entroniza en el cuerpo de una prostituta frankesteiana. No descoloca: “Tiene conocimiento de cine clásico, norteamericano, italiano, francés, de todos los países”, aporta Kuscheva. Así las cosas, su filmografía se sintetiza en posturas extremas. ¿Alguien gritó Brain Damage? ¿Con qué se come That’s Sexploitaition? Hay sangre, hay gente en bolas. Y una rápida visita a su entrada a Wikipedia en inglés lo señala como un hacedor de “comedias de horror”. ¿Su capital más evidente es Bad Biology? Es probable. Como también lo es que su ADN de bordes –acopió cuanto mugriento 8mm., 16mm. y 32mm. halló- lo lleve a convertirse, sin pasar nunca por los cánones establecidos (dato: odia con pasión a los Premios Oscar), en un cineasta trasgresor. Ni conformista, ni careta: un tipo que, después de despacharse con una investigación sobre Herschell Gordon Lewis (sí, abuela, “el padrino del gore”) puede mandarse a filmar una película donde no haya ni una sola teta, ni una sola gota de sangre. Y que aquello, dándole mil vueltas carnero al tendal de las cult movies, signifique transgredir.

Amigos son los amigos
Por Axel Kuschevatzky

Somos amigos desde el año 1994. De todos estos años de amistad, uno de nuestros grandes placeres en común es poder compartir una lectura del cine de mucha diversidad. Nos conocimos mediante Michael Weldon (el de Psychotronic Video), con quien me mandaba cartas. Él tenía un negocio en Manhattan donde vendía afiches, juguetes y películas. Quedé en que, cuando viajara, le iba a llevar pósters, afiches y cosas argentinas. Un día me llamó y me dijo que no le deje nada en el negocio, que lo había cerrado, que mejor se las lleve a un amigo. Me da un teléfono y un nombre: “Frank”. ¿Frank? Sí, Frank Henenlotter, el de Basket Case. Entonces fui y le dije: “¿Te puedo hacer una entrevista?”. Hicimos una nota de una hora y media en su casa. Desde entonces, cada vez que viajo a Nueva York, nos juntamos, vamos a almorzar juntos. Más de una vez, junto con Santiago Calori, Scooter McCrae y Frank nos tomamos un micro para ir a Chiller, una convención de cine de terror en Nueva Jersey. Así, con el tiempo, nos hicimos muy amigos. Incluso, vio la entrega de los Premios Oscar por mí el año en que ganó El Secreto de sus Ojos. Ahora vino a la Argentina. El otro día presentamos juntos Basket Case en BAFICI: se me hacía un nudo en la garganta de la emoción. Para mí, Frank, más que un amigo, es un hermano.