El deber-ser de la televisión

MEDIO: Revista 24 Cuadros
FECHA: Diciembre 2011
El deber-ser de la TV

El deber-ser de la televisión

La televisión como medio masivo de comunicación. La (des)información a la orden del día. El rol del periodismo en la Argentina. La potencial finalidad de la TV. La vida misma. Por Hernán Panessi

UNO
Poniéndome por un momento en pretencioso, figura que sin dudas detesto, diría que la televisión ideal es aquella que resulta usina de información y conocimiento. Un medio de comunicación capaz de educar y llevar, con él, al progreso de la sociedad. Creerlo tozudamente, concienzudamente, sería pecar con algo que no tengo, y en verdad lamento haber perdido: la inocencia. Casi no espero nada de la televisión. Sujetándome del sociólogo Paulo Freire diría algo así como que “los medios comunican basura para generar sujetos vulnerables y, así, dejarlos dispuestos a las intenciones de llamémosle, por ejemplo, entes superiores”. A ello, surge la pregunta: los políticos, para el caso, ¿qué preferirían? ¿40 millones de intelectuales o 40 millones de posibles voto-choripanes? Voy a ser un tanto apocalíptico en esta ocasión. Ahora, si bien esto existe y es visible, la cuestión está pasando por otro lado. Sí, la infancia ya pasó. Ya no creo en Ratón Pérez ni Papa Noel. Y ya no creo, tampoco, en la televisión.

DOS
El periodismo es una profesión muy noble y el cómo debe ser esa profesión es, realmente, una pregunta eterna, tal vez superior a nosotros mismos. Como la profesión, claro. En la práctica kantiana, lo formal en sus valores es el deber-ser. En consecuencia, creo que la profesión periodística debe-ser como es. Los valores personales coartan una realidad que es la que existe. Uno puede criticarle a los programas especializados lo poco comprometidos que están con sus problemáticas o lo lanzados que son con otras cuestiones o, mismo, la poca profesionalidad que aplican a su trabajo. Y creo que por ahí anda la cuestión. El deber-ser ideal pasa por la profesionalidad, por la autosuperación, la formación constante y perpetua. La síntesis de esta falencia es, entonces, en términos globales, y por contraposición, la falta de profesionalidad de muchos implicados. Ciertas veces la información, el periodismo, la sagrada profesión, queda supeditada a cuestiones que poco tienen que ver, en esencia, con su factura: el rating, el minuto a minuto, la inmediatez por la primicia, la pornomiseria. Por eso, nunca está de más volver a ver el filme Network, de Sydney Lumet, para entender que muchas veces hay delante nuestro un espejo que no refleja de la mejor manera la realidad sino que, muchas veces, lo hace en función del fabricante espejos. Por eso, además, hay que saber oír todas las campanas y elegir, así, la que más se acerque a ese deber-ser que tanto nos aqueja.

TRES
En la actualidad, la profesión periodística está viviendo un momento particular. Casi, pienso, que su vestidura conlleva una toma decisión política. Están los de un lado y los del otro. Miro a los de un lado tratar un caso. Y miro a los del otro tratar el mismo caso. Creo que, por este entonces, la polarización deviene interesante. No hay ámbar ni nebulosa. Existen, sí, dos o tres o cientas o miles de campanas dispuestas a ser escuchadas. Y hay, también, un pensamiento que siempre me sobrevuela y de seguro a ustedes también. Sin temor a equivocarme, digo: la televisión es una mierda, ¡pero cómo me gusta!

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