Nota: Zombies argentos

MEDIO: Revista Arterias de la ciudad (Revista cultural, independiente y gratuita)
FECHA: Diciembre/Enero 2011
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Cultura zombie en Argentina

Tal vez, como parte de la existencia de una “espalda”, de un antecedente que sirva como puntapié inicial, muchos cineastas, sobre todo independientes, han incursionado en el “mundillo zombie”. Es sabido, en cualquier manifestación del hombre en sociedad, infiere la cultura; es decir, lo que éste le introduce, cambia o varía a la naturaleza y luego, por convención social, aceptación o lo que fuere, pasa a ser parte de lo habitual, de la convivencia con otros elementos previamente aceptados, formulando el engranaje de la vida civilizada. Así funciona la cuestión.
Conforme un grupo de muchachos se despacharon, allá por la mitad de los años noventa, con una película de zombies, la Argentina vivió un furor por las cintas de este sub género de terror, optando –casi siempre- por las más independientes. Hijos adoptivos de George Romero y los spaghetti zombies, los FARSA Producciones, unos jóvenes menores de edad, hasta ese momento amateurs, gestaron –en sus casas y con amigos- una de las películas que cambiaría la historia del cine moderno sudamericano: Plaga Zombie (1997). A partir de ahí, y con el probado éxito de quien hace y le va bien, un conglomerado de realizadores y aficionados comenzaron a creer en sus ideas y coincidir –estética e ideológicamente- con la aventura de que, en su país, haya otros tipos como ellos.

La trilogía de los zombies por antonomasia

Mucho antes de saber qué les depararía el destino, unos niños de la localidad de Haedo (al oeste de la provincia de Buenos Aires), jugaban con unas viejas cámaras VHS a hacer lo que siempre les gustó: cine. Precisamente, desde comienzos de la década del ‘90, comenzaron filmando cortometrajes de obvios tintes infantiles, posteriormente mediometrajes más atrevidos y ahora, establecidos como cumbre del movimiento denominado Nuevo Cine Independiente, cosechan legiones de fanáticos por todo el mundo. Estamos hablando de los FARSA Producciones (cuyo team oficial reza los siguientes nombres: Pablo Parés, Hernán Sáez, Berta Muñíz, Walter Cornás y Paulo Soria), y son quienes han conformado la piedra elemental del cine de zombies en Argentina, el híbrido terror-comedia: Plaga Zombie: ¡La venganza alienígena ha comenzado! (1997), un opus económico –hecho con $150 dólares- que los llevó, por su carácter innovador, a formar parte de las grandes ligas de la independencia.
Esta experiencia casera fue significante en la conformación de la escena posterior, debido a que inclinó a miles de jóvenes a querer emular su linaje y romper, con ello, los límites de la autonomía.
La segunda parte no tardó en llegar. A tan sólo 4 años de su antecesora, los FARSA idearon Plaga Zombie: Zona Mutante (2001), una secuela donde el devenir será, por supuesto, mucho más pretencioso. En lo que inicialmente era una invasión extraterrestre, el FBI ha realizado un experimento infectando a algunos habitantes de un pequeño pueblo con un virus cósmico. El solapado “procedimiento de rutina” terminó por convertirse, otra vez, en una mortal catástrofe: una horda de humanos convertidos en zombies ataca el lugar.
Por estos días, cuando el tiempo se los permite, es que la independencia empuja a hacerlo cuando se encuentra un vacío de agenda laboral, se encuentran editando su tercera y –al parecer- última parte de esta saga criolla: Plaga Zombie: Revolución Tóxica (2010), filmada durante todo el 2009. En esta nueva entrega, los héroes principales vuelven para acabar de una vez con los zombies invasores. ¿Podrán hacerlo en esta oportunidad? El resultado, próximamente en cines.

El legado

Después del antecedente sembrado, en lo que a cinematografía respecta, una serie de películas se destacan entre cientos de intenciones de rememorar al gran Romero en su puja por realizar films de zombies. Un buen ejemplo es la ultraindependiente Un Cazador de Zombies (Zombie Apocalypse Now!, 2008), de Germán Magariños, donde una ciudad es atestada por los zombies y la perversión, hasta que un importante cazador toma la posta de la justicia, pese a ser despedido por haber sido descubierto en situaciones sexuales ilegales. Ese mismo año, la productora Mutazion creó Mutazombie (2008), dirigida por Marcelo Leguiza, un largometraje de bajo presupuesto que narra una hipotética infección proyectada por el gobierno norteamericano con el fin de dominar la humanidad.
Incluido en el DVD Plop Videos (2009), editado por sello VideoFlims, María Laura Casabé dirigió un excelso cortometraje de zombies bajo el nombre de Queda en Familia (2008), en el que una señorita se pierde en un bosque y es acechada por una manada de zombies. Y hablando de cortometrajes, el mejor ejemplo de innovación y aportes a la estandarización del cine de zombies es Los Living Dead (2007), creado por César Barrangou bajo una metodología de animación muy peculiar, en el que por un suceso extraño los muertos comienzan a salir de los sepulcros de un cementerio para intentar saciar la necesidad más básica de todas: el hambre.
En el mismo plan de trabajo que las anteriores, aunque con otra tónica, está Zombienation: Hail to the Fuhrer (2009), estrenada en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre –pináculo del cine de género en Argentina- e inspirada en qué sucedería si Adolf Hitler resucitara y convirtiera a la gente en zombies.
Desde el punto de vista bibliográfico, en cine de género, Argentina también ha demostrado ser granero de pensamiento. En octubre del 2009, la editorial Fan Ediciones lanzó al mercado el libro Zombies: Una enciclopedia del cine de muertos vivos, de Luciano Saracino, donde se repasan los cien años del cine de zombie, profundizando en las carreras de sus realizadores, reseñando centenares de títulos de todo el globo, deteniéndose cuando hace falta en los contextos políticos que rodearon cada época.
Como una moda iniciada en los Estados Unidos, Argentina también se sumó a las Zombie Walk, un espectáculo pintoresco donde la gente se lookea como zombie e interviene espacios públicos, shoppings y calles céntricas, con el objeto de rendirle tributo a sus películas favoritas, alcanzando cierta repercusión mediática. La primera, presentada en el 2008, sembró una referencia en lo que manifestaciones urbanas se refiere. Existen grupos en redes sociales que legitiman el movimiento y planifican convocatorias para futuros encuentros.
Es claro, la República Argentina forjó, en los últimos 20 años, una cultura pro-zombie donde, como ejemplo de masificación, en la mayoría de escuelas de imagen y sonido del país, se producen constantemente obras de estos tintes y en los que el colorante para tortas y la ropa de baúl familiar dicen presente. Se consumen productos de zombies porque hay un mercado inmenso para hacerlo. Oferta y demanda, claro que sí. Los adeptos aparecen constantemente. Se consumen porque, aunque parezca paradigmático, al vincularse con los no-muertos, este tipo de películas dan prosperidad a un mercado lobotomizado. ¡Por más zombies argentinos!

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