Entrevista a Lucas Blanco, director de Amor en Tránsito (2010)

MEDIO: Revista Haciendo Cine
FECHA: Diciembre 2010
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Entrevista a Lucas Blanco, director de “Amor en Tránsito”

Amores contrariados, cruzados, provisorios o precarios… de eso se trata Amor en Tránsito, primer largometraje de Lucas Blanco, donde se pone el ojo, fundamentalmente, en la circular idea de “lo que está pasando, siempre está por venir”. Así, a principios del 2002, en plena transición de crisis económica, este joven director con harta experiencia como productor y editor de TV, comenzó a escribir el guión junto con Roberto Montini, quienes -con el tiempo- encausaron el proyecto hacia las mismísimas incógnitas que contiene el rendirse al amor.
Cualquier debut es un desafío: confirmarse a uno mismo que puede hacerlo. De esta forma, una vez superada esa cuestión, el nobel director comenzó a delinear el vínculo lógico de los personajes con la trama: “Al principio había comenzado a trabajar el guión de una de las dos historias que contiene el film. Y en aquel momento, la idea era contar una historia de amor a partir de la Crisis 2001. Pero luego, me di cuenta que lo que quería contar no tenía tanto que ver con la crisis, sino más bien con los problemas que trae enamorarse. La crisis fue desapareciendo del relato y comencé a trabajar la otra historia de amor, integrándola de acuerdo a la película que quería hacer. Con respecto a los protagonistas, no me costó encontrar a los actores que encaren el trabajo; de hecho, ya los conocía a los cuatro (N. de redacción: Sabrina Garciarena, Verónica Pelaccini, Lucas Crespi y Damián Canduci) y, mientras escribía el guión, iban apareciéndome siempre como posibilidad. Tuve la suerte de que los todos podían coincidir en la fechas de rodaje que teníamos”.
Bajo una perspectiva coral donde las problemáticas del corazón están enarboladas entre sí, su rodaje no fue particularmente sencillo: “Resultó complejo teniendo en cuenta que la historia posee además un juego temporal que, precisamente, busca de los desencuentros-encuentros y viceversa. Y esto hacía que tuviéramos que organizar un plan de rodaje que casi nunca era cronológico. Por supuesto, eso asusta y complejiza ya que el funcionamiento de la estructura no lo podes ‘ver’ realmente hasta que llegas a la sala de edición”.
Además, consultado sobre lo arduo de la post-producción, Blanco disparó una interesante reflexión acerca de los aspectos pragmáticos al encarar la dirección de obras cinematográficas: “Tengo la idea de que el puesto de director no existe como algo puro. Es decir... uno dirige la historia que cuenta, pero siempre desde el rubro madre desde el cual ve y trabajó más el cine. Es así como, pienso, hay películas de actores, de directores de fotografía, de productores… la mía es, sin dudas, una película de montajista. Y, por lo tanto, el trabajo de montaje fue bastante arduo”.
A esta altura, teniendo recorrido un buen circuito de festivales internacionales, incluido el de Mar del Plata, y antes de su estreno comercial en Argentina, la introspección funciona cual elemento motivador: “el espectador se encontrará con una película que no es pretenciosa. Con personajes que van a sentir cercanos, y con los que se van a identificar o reconocer. Y con una estructura de relato que, conscientemente, buscó ser dinámica y divertida”.

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